Entre todo lo que me dejó y se llevó la pandemia puedo mencionar un “buen” hábito alimenticio: cenar todos los viernes una tartaleta de limón de la San Martín. Y digo que es bueno porque cae dentro de esas cosas que me gozo y disfruto. Prácticamente no ha habido viernes en los que religiosamente pudiese saborearme una de esas tartaletas.
Todo comenzó con un Pie de Limón completo, uno por semana, ocho pedazos y todos míos. Claro, pasó la factura y mi cincho lo notó. Luego me pasé a la porción individual, más decente, buena proporción de turrón, pudín y crust. A veces sucedía que se acababa y había que andar buscando entre las sucursales: Vista Hermosa (la I y la II), Cascata, Varieta y la que nunca me fallaba era la de Santa Amelia. En la pandemia uno se habituaba a que esos “shortages” sucedieran, pero aún post-pandemia, es frecuente que de repente uno se lleve la sorpresa de que no hay y comienza la romería a buscar las tartaletas. Lo confieso, al no dar con ninguna, la opción B siempre ha sido el mini cake de mandarina de Anfora, ultra delicioso, pero, comparativamente al pie de limón, es una bomba de azúcar con esteroides, así que siempre lo he mantenido de backup.
Retomando. Creo que fue el año pasado que modificaron la receta (strike one para la San Martín): en lugar de untar el turrón por todo el pudín, dejaron solo unas “gotas” de turrón y el pudín a la vista… quisiera pensar que fue algo más motivado por hacerlo ver más vistoso y no motivado por una visión costo-eficiente de ahorrarse unos cuantos centavos y mejorar el margen sin poner en riesgo la demanda (sabré yo de esas “estrategias” destruye valor)
Así las cosas, pasé el 30 de abril a la sucursal de Cascata a comprar el suculento manjar. Doy una mirada rápida al congelador y me doy cuenta de que no hay, siento un leve sudor en mis manos, y me comienzo a angustiar. Le pregunto a la dependiente, con el mejor ánimo y tono de esperanza, “vengo por una tartaleta de limón” (pensando que quizá la tiene en alguna de las refris de atrás) Y de la manera menos empática posible, sin saber ella la historia que traigo en mi vida con la tartaleta, me dice: “Lo siento caballero, ese producto era de temporada y ya se terminó” (sólo le faltó agregar: finito) Inmediatamente en mi mente: “@#$%&!”, pero de mi boca sale “Disculpe señorita, pero yo tengo años de comprar cada semana esa tartaleta”, y como quien no escucha lamentos ajenos “Lo siento, pero no hay”
Por un momento quise seguir insistiendo en mis argumentos y evidencias históricas de que “ese” no es un producto de temporada. “Ese” ha sido una relación estrecha de años de compromiso y alegría compartidas. Aprendí a aceptar que a veces la oferta no superaba la demanda, o que en la última época tuvo una crisis de edad y cambió su look. Pero lo superamos y aprendimos a vivir de buena gana las diferencias, sin alejarnos y sin buscar otros horizontes. Y bueno… en contra de mi usual “pelazón de cables”, me di la media vuelta y de regreso a casa.
En el camino, entre afrontar realidad y la negación, visualicé una luz a final de este túnel que la vida me había atravesado: yo no necesito a la San Martín para seguir satisfaciendo mi antojo, yo puedo seguir con mi vida y más ahora, yo seré el dueño de mi destino y el autor de mi antojo. Le dije a la Yuyis “Haremos un boicot a la San Martín, ahora que ya no habrán tartaletas de limón, yo voy a hacer mi propia tartaleta. Pero necesito que me ayudes…. Jejeje” (La Yuyis es mucho más pilas que yo en eso de hacer pasteles y pies)
Epílogo
Gracias a TikTok, Martha Stewart (dicho sea de paso, me sentí super señor cuando le tuve a explicar a la Yuyis quién es esa señora), varios paquetes de galletas Maria, leche condesada, whipped cream en polvo y huevos (siempre, no faltan), hicimos un pie que nos quedó ultramegasuperrequete delicioso, sin falsa modestia, mejor que el de la San Martín.
Misión cumplida y el primer viernes de mayo, sin perder el buen hábito, tuve un buen pedazo de pie de limón para mi cena. Lo congelé para seguir con el ritual cada semana. Eso sí, la siguiente semana otra vez volvió a ver en la San Martín las tartaletas de limón (😊)…. Gracias señorita de Cascata por no poner atención en su inducción o responder a mi pregunta sin tener la información completa, si no hubiese sido por usted no habría logrado una mejor versión de mi tartaleta de limón.
PD:
Estoy muy alegre por la elección del Papa León XIV, rezaré porque cada día se sienta muy acompañado por todos los cristianos del mundo, un mundo que necesita muchos más líderes como él: alegres, humildes y que construyan paz y nos unan más.
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