Seguro he dicho esta frase, o pensado en ella, muchas veces en mi vida. Es usual que sea uno de esos consejos que oyes, o dices, en una situación de un revés temporal: perdiste un examen, no lograste ser el elegido en un trabajo o una promoción, un negocio que no se dio, una relación fallida, o el equipo al que ibas perdió el clásico en casa (felicidad para unos, tristeza para otros)
Pero la semana pasada viví en carne propia, más bien, en mi rodilla, que hay frases que decimos habitualmente pero que no hemos vivido; o quizá, las repetimos sin la fuerza que da el aprendizaje en primera persona. No está mal, pero creo que la sabiduría popular es muy cierta y válida, pero no siempre tiene esa autoridad que ganamos cuando vivimos lo que nos enseña.
Sin más vueltas, y cerrando este preámbulo que se me hizo muy largo, te suelto el cuento: me caí corriendo. Coloqué como imagen de esta conversación lo único que tengo de evidencia del evento en el Garmin, una fina línea amarilla de “inactividad”, si supiera el bendito reloj que fue mucho más que eso… qué te diré, pero bueno, sí, soy de esos señores que a veces se les traban las piernas y se caen convirtiendo una actividad cotidiana en un deporte extremo. Ya había visto señales que algo así me iba a suceder, era cuestión de tiempo. El primer aviso vino en mi carrera matutina: había uno de esos burrunches que dejan en el pavimento las construcciones de los vecinos, pasé mi tenis muy cerca de él (el burrunche) y perdí el equilibrio. Me sentí un héroe de haber logrado recuperar el equilibrio con la solo fuerza de mis rodillas y listo, fue sólo un susto y me permitió tener anécdota para un par de días. Un evento cotidiano, se volvió un acto de heroísmo y la prueba de que no soy de los señores que comienzan a hacer ejercicio y al rato se “autolesionan”.
Pues bien, el invicto lo perdí, así como ese equipo que viste blanco y que no logró igualar el récord de invicto al equipo que se engalana de blaugrana (la asociación por referencia era innecesaria, pero es que aún sigo muy contento por la victoria del 4-0… se siente tan bien uno…) Retomando. Día viernes, tocaba carrera larga, iba en un circuito que no es el habitual, a mitad de camino, y la verdad no sé qué pasó, pero lo resumo en que tropecé, hoy las rodillas no respondieron, y lo que pensé había sido una caída libre simple y llana, resultó en: raspones en ambas manos, codo y rodilla izquierda. Es decir, una revolcada en un ángulo de 180 grados.
Lo primero que sentí fue dolor. La verdad, sí, cómo duele lastimarte contra el suelo, era una plancha de pavimento quebrada y piedras sueltas. Después, lógicamente, el orgullo, no fue tanto de si “alguien me vio”, afortunadamente esto ocurrió en aguas internacionales, así que las probabilidades de que el “señor” fuera reconocido eran nulas. Fue más el sentimiento de frustración de que algo tan sencillo como correr, que como te he compartido ya en varias ocasiones, me lo disfruto, es algo que me despeja y es un espacio seguro, de conexión conmigo mismo, se volviera una actividad de cuidado, de hacerlo con temor a lesionarme o sufrir algún accidente.
Como quedarme en el suelo no iba a resolver nada, pasé a levantarme. En un momento dude si lo podría lograr sin sentir algún dolor más grave, principalmente en la rodilla o un tobillo. Gracias a Dios no sentí ninguno. Me limpié el polvo de las heridas, me enderecé, tomé aire y vi que estaba muy cerca de llegar al punto de retorno, el que marqué como la mitad de mi recorrido. Comencé a trotar, llegué, media vuelta, y “vonós”, de regreso, apreté un poco el ritmo, ya me sentía un poco más tranquilo, y sin que me lo hubiese propuesto, logré tener un mejor ritmo de vuelta que de ida. No logré correr la distancia que quería, pero sabía que no debía exigirme lo mismo, como si nada hubiese pasado.
Aunque no comentara nada sobre el “incidente”, los golpes eran muy evidentes. Creo que subestimé la reacción de mis “fans”: pensando encontrar empatía y conmiseración, recibí un poco de carcajadas y referencias a mi habilidad y autonomía. Fin de la historia.
Caer es inevitable
Hice el análisis del origen de mi caída. Posiblemente un mal paso, el camino era irregular… no lo sé. La versión oficial que manejo es que me tropecé, perdí el equilibrio y me caí. En general todos pasamos por situaciones similares en algún momento de la vida. La caída (el golpe contra la realidad), puede deberse a factores propios o externos. Propios: pereza, poca destreza o habilidad, falta de planificación, resistencia al cambio. Externos: factores macroeconómicos, climáticos, políticos o sociales, de terceros. Sucede, pasa, y aunque pongamos de nuestra parte para evitarla, en algún momento no logramos manejar el desequilibrio y damos con todo en el suelo.
Caer duele
Sí duele y mucho. Yo tenía tiempo de no sentir ese dolor. Y hay un dolor que se siente antes de tocar el suelo. Es un pequeño viento frío que te recorre las manos y luego la espalda y que se apaga cuando ya estás sintiendo el segundo dolor: el fuerte cachimbazo de tu cuerpo (la parte que sea) contra el suelo. Te decía que duele también el orgullo y la imagen propia. Pero esto puedes hacer que no se sienta o duela menos, al final no existen sino en tu mente.
Caer trae consecuencias
Increíblemente, una semana después del evento, aún siento adolorida la rodilla y los raspones. No dejé de correr, pero sí tuve la preocupación de que el golpe pasara a mayores y me limitara el ejercicio. Menos mal no, pero también sé que pudo pasar y eso habría sido una consecuencia terrible para mí, porque perdería el buen ritmo que he tenido estos meses de hacer ejercicio y comenzar a correr.
Caer da miedo
También te puede quedar un poco de susto o miedo. Recuerdo los buenos somatones que me di cuando practicaba patineta: eran sentones, golpes en la espinilla, raspones en los codos y rodillas, algún cocazo, en fin, por todos lados, y eso limitó que yo tomara más riesgos de hacer trucos o piruetas más agresivas, me dejé vencer por el miedo al dolor.
Alejándome de la actividad física, caer en la vida nos da miedo. Nos da miedo tomar decisiones: aceptar un trabajo, emprender un negocio o iniciar una relación. Todo comienzo sabemos que puede llegar a un fin no planificado (la caída) y es algo que no queremos que suceda.
Caer no significa que nos levantaremos
Creo que de las caídas físicas son las más fáciles de las que nos levantamos. Incluso si quedamos con alguna limitación grave a nuestra movilidad, con ayuda de alguien, podemos incorporarnos y seguir nuestro camino. Pero pensando en el otro tipo de caídas, a veces puede pasar que no logramos levantarnos. El tiempo, la energía, los recursos y el entusiasmo que hemos puesto en algún proyecto, sueño o relación, no los volvamos a recuperar.
Si gozamos de buena salud, en general las heridas cicatrizan. Incluso una fractura llega a sanar. Las otras secuelas, las que no hacen morete, pero duelen más, siguen otro proceso de sanación. Hay quienes dicen que es cuestión de tiempo, es posible, pero llevan un proceso más complejo y que nos demanda más paciencia, coraje y resiliencia. Desafortunadamente todos conocemos personas que aún siguen tiradas en el suelo, sufriendo sus heridas o buscando una explicación a su caída. Les tiendes la mano, pero ellos no quieren levantarse, su caída les ha definido su nueva realidad.
Caer es parte de vivir
Nadie cae si no está de pie. No quieres caer: quédate acostado, no camines, no saltes, no corras. Aplica en todo: salud, trabajo, familia, amistades, negocios. Es algo necesario para encontrar el equilibrio, la forma correcta de seguir avanzando. Duele, y mucho, por eso lo evitamos, pero cuando suceda, puedes lamentarte (es más, grítalo, con fuerza, con lágrimas en tus ojos, con rabia, porque nadie busca deliberadamente caerse, pasa, sucede, es inevitable) Pero no construyas tu realidad alrededor de tus lamentos, asume tu caída, limpia tus heridas (con más fuerza las que quedaron en tu alma y en tu corazón), si puedes, captura el aprendizaje, y luego, levántate, sigue tu camino, con más fuerza, si la tienes, y si no, aún sea cojeando un poco, pero te darás cuenta del valor que hay en levantarte y seguir.
Por acá te dejo mi querid@ Hámster. Puede que esta conversación te tome saliendo de una caída, olvidándote de la última o comenzando a perder el equilibrio y sintiendo el dolor antes del impacto. Ojalá que no te sientas solo cuando estés en el suelo, pero no busques el consuelo en otras personas, que seguro lo tendrás, pero ell@s sabrán poco de la historia detrás de tu caída, sólo verán las heridas en tu piel. Eres tú y sólo tú, quien verá algo mucho más grande y profundo en ella: el encuentro con tu fragilidad, el momento determinante de levantarte y la fuerza para seguir adelante sin miedo, sabiendo que tu lugar no es el suelo, si no es el camino hacia tu felicidad.
“Uno es verdaderamente libre cuando deja de sentir vergüenza de sí mismo” - Nietzsche
Super like a la caída. Un like normal al texto. Buena reflexión y muy buena forma de narrar, vos.